Sigo la corriente.
Hablo sin pensar.
Río sin gracia alguna.
Sonrío forzosamente.
Escucho en silencio aquellas palabras que tanto me dañan.
No quiero creer que son verdad.
No lo acepto.
Duele demasiado para serlo.
Me niego a aceptar que lo que siempre creí y defendí con tanto fervor, sea una total farsa, una gigantesca mentira.
Me niego.
No concibo ni siquiera la idea de que sea como dicen.
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